Los antiguos pastores que se trasladaron durante el período de la trashumancia solían intercambiar consejos y prácticas para la realización de sus quesos y es precisamente entre estas montañas donde nació el Montanaro.  con leche  ovejas pasteurizadas transformadas dentro de las 24 horas posteriores al ordeño e  con la adición de cuajo dulce, cuyo condimento realizado escrupulosamente le permite afinar su fuerte sabor, presenta una pasta semi-cocida, quebradiza y con un ligero agujero, de color blanco brillante debido a la presencia del fermento mesófilo. Externamente tiene una corteza que va desde el color paja hasta el ladrillo. Condimento óptimo a partir de los 6 meses. Este queso destaca por la delicadeza de su perfume. Al primer gusto parecerá que este casi se derrite en la boca dejando una agradable sensación.
  El agrado de su sabor permite tanto disfrutar de sus bondades naturales como combinarlo con diversos manjares. La combinación de friabilidad y delicadeza de este queso sugiere una composición con tiernas ensaladas y nueces o incluso la clásica combinación con trozos de pera, siempre que estén debidamente maduros.
 Recomendado también con miel para saborear el contraste dulce-picante de ambos.
 Preferiblemente para acompañar vinos secos, blancos ligeros o rosados con buen frescor y vivacidad.